Alan García nunca será mártir

Alan García se suicidó hoy en Lima con un balazo en la cabeza. Ayer el Poder Judicial dispuso su detención preliminar por diez días por una acusación de cobros indebidos con Odebrecht en la construcción de la Línea 1 del Metro de Lima. Con la muerte del ex presidente termina una parte de la historia moderna del Perú, pero abre otra nueva en los fueros de la justicia peruana: ¿a  qué lado de la historia se posiciona a Alan García entonces?

La respuesta es simple: el ex presidente está del lado de los grandes evasores de la justicia. Su muerte es simbólica, trágica, pero no podemos aplicar a la situación el refrán muerto el perro, se acabó la rabia. Todo lo contrario: su muerte es simbólica porque los efectos de su “rabia” quedarán en el Perú marcados como unas de las grandes injusticias que le pasó a nuestro querido pero enfermo país. ¿Qué vamos a hacer como sociedad si vemos que las injusticias no se pagan? ¿Qué vamos a hacer con esta energía colectiva y frustada que nunca verá responder ante la justicia a un García suicida?

Pero lo más curioso de todo es como el sequito del fallecido Alan García ha reaccionado: ha tildado al gobierno de fascista, de que su ex líder era un perseguido político, que el Estado ha matado a Alan. Esto nos lleva a pensar que realmente no solo el Perú está podrido como país, sino que ver en un acto de desesperación, un acto de miseria, un símbolo de heroísmo es simplemente vivir en una esquizofrenia de la realidad social que desdeña los últimos cuarenta años de historia del país.

 

Que todos se enteren