Nubes en Mallorca

Mi novia y yo nos fuimos a Mallorca a pasar el fin de semana de pascua. Queríamos unos días bajo el sol furioso de una isla, disfrutar horas en la arena y escapar del otoño extraño y frio de fines de abril en Luxemburgo. Fue una gran decepción para nosotros, antes de aterrizar y ver el trayecto final del continente hasta la isla, ver las cargadas nubes negras que avizoraban lluvias para los próximos días. El avión tuvo que mantenerse casi media hora en el cielo porque no podía descender por la intensidad del viento. Toda esa media hora fue una gran crisis nerviosa para nosotros.

Tomamos un taxi desde el aeropuerto hasta la playa Can Picafort. La taxista era una mujer mallorquina de unos 45 años. Pelo amarrado arriba y lentes ray-ban al stilo Brad Pitt.

-¿Y desde donde vienen ustedes? –pregunta.

-Yo soy peruano y ella luxemburguesa –respondo.

-¿Vienen de turismo?

-Sí, solo tres días para disfrutar de la playa, pero…

Muevo mi cabeza decepcionado.

-Joder qué mala suerte

-Qué se le va a hacer.

La mujer nos explicó que hay una ciudad llamada Inca, y que como le dije que era peruano se le ocurrió que podía interesarme.

>>Allí trabajan mucho el cuero, la piel, muchos no saben pero Mallorca exporta mucha piel, los turistas creen que solo somos fiesta y Palma, pero en verdad hay muchas más cosas por ver y la vida es muy buena. A ver, que España está mal es una realidad. Pero que se vive bien también es verdad. ¿Por qué creen que tantos alemanes e ingleses vienen acá a vivir de sus pensiones?

Sobre la carretera vemos un LIDL, un supermercado alemán muy conocido por sus precios cómodos.

>>Sí, dice la mujer, los supermercados alemanes tienen de publicidad que todos sus productos son mallorquinos… pero eso es mentira, yo prefiero comprar en las tiendas pequeñas, los productos más frescos y baratos. Los alemanes se han hecho ricos en Mallorca. Si tienen la oportunidad de comer ternera, háganlo chicos, que se come esto en esta época en Mallorca.

Llegamos a Can Picafort y la señora nos desea un buen fin de semana. Graciosa resultó la señora.

***

Nuestra habitación aún no estaba lista así que fuimos a la playa bien abrigados con chalinas y casacas contra la lluvia para disfrutar de la tormenta. Can Picafort es una pequeña playa con un sector comercial de unas cuantas calles que desembocan en el mar. Pero cuando tomamos rumbo a la playa, cruzando casas de playa con jardines y terrazas, y de pronto empezó a llover tan furioso que no se podía simplemente estar en la calle.

-Vamos, vamos a un bar.

Entramos a un bar y la chica desde la barra nos saludó en alemán. Me quedé sorprendido: muchos hinchas del Borussia Dortmund estaban sentados en tres meses, ocho o nueve personas en total, apoyando a su equipo en un encuentro frente al Freiburg por la Bundesliga.

De la nada, la puerta del bar se abrió y todo el viento de la tormenta entró violento. Fue mi culpa porque no la había cerrado bien. Fui directo, pedí disculpas por la torpeza, a intentar cerrarla pero no podía por la fuerza del viento. Uno de los hinchas del Dormuntd se acercó directo a ayudarme, y me indicó que tenía que subir un poco la puerta, que tenía un truco esa puerta, que no está acostumbrada a tormentas.

Pedimos una cerveza y un agua con gas. No entendemos bien qué estaba pasando: la carta está en alemán, todos hablan alemán, la cerveza es alemana, la única española que tienen es Estrella, y hasta el clima parece alemán.

No escucho una sola palabra en español.

***

Salimos al malecón y vemos a todo los turistas abrigados en casacas térmicas contra la lluvia, bufandas, guantes, abrigos largos. Qué decepción. El salvavidas miraba al mar solitario: no había ningún nadador. Los padres que vacacionan con hijos cubrían los coches con plásticos para que el viento no afecte a sus bebes. Los vendedores, que no son españoles y hablan alemán sin acento, guardaban sus productos o los cubrían del agua. Vimos una calle que se llamaba “Alemania” en el malecón. Un restaurant vendía “Fleisch vom Grill”. Un hombre gordo y de pelo ondulado blanco y largo trabajaba unas correas de cuero. No paraba de llover.

Cuando llegamos al hotel nos refugiamos en la habitación helados y cansados.

Y de allí no salimos tres días. El viento nos movía el cuerpo y era mejor no provocar a un resbalón. La gente tosía. Parecía que todos tenían una especie de gripe ocasionada por el clima húmedo y la tormenta inesperada. Las piscinas en el hotel nunca lucieron tan solitarias.

Todos fuimos a buscar sol y encontramos solo tormenta.

A veces la vida es así.

Que todos se enteren