Alan García nunca será mártir

Alan García no será martir

Alan García se suicidó hoy en Lima con un balazo en la cabeza. Ayer el Poder Judicial dispuso su detención preliminar por diez días por una acusación de cobros indebidos con Odebrecht en la construcción de la Línea 1 del Metro de Lima. Con la muerte del ex presidente termina una parte de la historia moderna del Perú, pero abre otra nueva en los fueros de la justicia peruana: ¿a  qué lado de la historia se posiciona a Alan García entonces?

La respuesta es simple: el ex presidente está del lado de los grandes evasores de la justicia. Su muerte es simbólica, trágica, pero no podemos aplicar a la situación el refrán muerto el perro, se acabó la rabia. Todo lo contrario: su muerte es simbólica porque los efectos de su “rabia” quedarán en el Perú marcados como unas de las grandes injusticias que le pasó a nuestro querido pero enfermo país. ¿Qué vamos a hacer como sociedad si vemos que las injusticias no se pagan? ¿Qué vamos a hacer con esta energía colectiva y frustada que nunca verá responder ante la justicia a un García suicida?

Pero lo más curioso de todo es como el sequito del fallecido Alan García ha reaccionado: ha tildado al gobierno de fascista, de que su ex líder era un perseguido político, que el Estado ha matado a Alan. Esto nos lleva a pensar que realmente no solo el Perú está podrido como país, sino que ver en un acto de desesperación, un acto de miseria, un símbolo de heroísmo es simplemente vivir en una esquizofrenia de la realidad social que desdeña los últimos cuarenta años de historia del país.

 

La amargura de Alan

Actualización: lunes 3 de diciembre 2018

Gobierno uruguayo niega pedido de asilo a Alan García en conferencia de prensa hoy. El presidente uruguayo Tabaré Vázquez sostiene que en nuestro país “funcionan libremente los tres poderes del Estado’, por lo que el pedido del expresidente peruano no tiene justificación.

El Perú está viviendo un momento importante. A poco de cumplir 200 de vida republicana, las instituciones judiciales empiezan a dar vistos de mejora. Esto nos motiva a ver el futuro de la Justicia peruana con optimismo, aunque siempre vigilantes. En términos kantianos, la Justicia no puede ser entendida sin una institución jurídica como tal, es decir, con un correcto funcionamiento de la ley y el Estado de derecho.

Pero el Perú es país extraño. Honorables hombres de justicia presentan pruebas suficientes para abrir investigaciones a Alan García, antes Keiko Fujimori y Ollanta Humala, y salen una periodista y varios más a decir que vivimos en un país ‘totalitario’ y bajo una ‘dictadura’. No queremos ser pedantes, pero: o la señora nunca leyó un must como es Hannah Arendt y su clásico ‘Los orígenes del totalitarismo’ para usar un concepto de una manera tan errada y limitada intelectualmente. ¿O es que mentir es una estrategia valida en el periodismo y no nos hemos enterado?

Felizmente aún hay periodistas con mayúsculas como Gustavo Gorriti o Ricardo Uceda que luchan desde sus esquinas para lograr destapar la corrupción que, por estar años escondida, ya apesta, el hedor se escapa por todos lados y alcanza a todos los involucrados. Pero ellos no acceden a la televisión, el medio de comunicación más consumido por excelencia en el Perú. Vivimos en un país ‘patas arriba’, como dice Balbi, pero por esta razón: porque hoy, cuando la justicia da un poco de vida a la democracia peruana, impresentables acusan sin argumentos posibles que nuestro país vive en una dictadura o en un gobierno totalitario.

Al ver esto y leer la reacción de muchos ciudadanos, no necesitamos más ejemplos para entender que algo sigue sin funcionar bien desde el centro del Perú como nación. Hay que leer a Julio Cotler siempre.

Es verdad que todo país trae una historia encima. Por ejemplo, es difícil entender México sin su relación con Estados Unidos; o a Alemania sin la segunda guerra mundial; a China sin el comunismo y la dictadura; o a Cuba sin Fidel Castro. Lo que al Perú le pesa como un país es un tema socio-moral interno -y nos permitimos los conceptos amplios- basado en tres grandes rémoras: pobreza, terrorismo y corrupción. Todo esto articula nuestra historia moderna como un caos generalizado y cuando la Justicia hace por fin bien su trabajo, brotan los resultados que desestabilizan el status quo inmoral que ha permitido llegar peligrosamente muy alto a decenas de personajes cuestionables.

Hoy la justicia peruana es como una primera medicina que le aplican a un enfermo, cuyo cuerpo reacciona bien al químico luego de varios intentos para salvarle la vida.

Hay que seguir intentando.