Ayer Morrissey dio un concierto en Lima en el Parque de la Exposición. No pude evitar recordar lo que pasó en su última visita a nuestro país: se intoxicó al comer Penne a la Puttanesca en una trattoria limeña, se atragantó con un fideo y murió. Fue muy triste, sobre todo para sus fans.
¿Y ahora qué vamos a hacer con todo el dinero invertido?, se preguntaron los empresarios. Había que buscar una solución para seguir produciendo billetes. ¿Qué hacer?
El productor inglés Vlad Mountyesno conoció en esos días a un ex marino peruano muy parecido al cantante -casi idéntico en realidad- con el que incluso se habían tomado algunas fotos en los días que pasaron por Perú. La solución estaba ahí frente a sus ojos. El tipo no tenía mucho que lo atara a nuestro país.
Los traumas de la guerra interna lo habían vuelto un hombre violento, razón por la que su familia y amigos se alejaron de él. Abandonado por el gobierno de Alberto Fujimori, pero no por su partido, vivía con las justas de lo que ganaba como parte de la portátil fujimorista yendo a cada evento, mitin o manifestación a la que lo convocaban.
Con lo que no contaba Vlad es que esto tendría consecuencias…
El No-Morrissey que hoy conocemos reproduce ese discurso que repetía en la portátil fujimorista y lo globaliza. De ahí los arranques fachos de No-Morrissey contra los inmigrantes y la pasión por los discursos conservadores europeos.
El viejo marino, al que la guerra y el Estado peruano dejaron abandonado a su suerte, hoy viaja por el mundo conociendo los discursos originales del fascismo, gozando de los lujos de los que goza una estrella de rock (sin comer carne eso sí, no se puede romper el mito) y conociendo finalmente a qué sabe el caviar.
Creo que no es el único caso donde se reemplaza a un músico.
Reemplazar músicos sirve para no romper la lógica de pan y circo con la que el Estado manipula las mentes de la ciudadanía ni afectar los bolsillos de los empresarios para evitar ahuyentar la inversión privada.
Es una práctica más común de lo que parece desde que murió Paul McCartney y lo reemplazaron con un doble tal como demuestra la teoría “Paul is Dead”. Otro caso famoso es el de Avril Lavigne, cantante reemplazada luego de su lamentable deceso. Reemplazo del que sobra evidencia en internet.
Ay, Pedrito
Lo mismo podría haber pasado con nuestro queridísimo Pedro Suárez de quien se dice que habría estado traicionando la confianza depositada en él por la dictadura fujimorista. Al parecer, la dictadura apostó por su estilo despreocupado, suelto y buena onda para distraer al público rock y pop, como lo hacía por su lado la tecnocumbia, mientras se levantaban el país en peso y encarcelaban o desaparecían gente.
Pedro Suárez Vértiz fue una Rossy War o una Ana Holer que escondía la tanga fujimorista debajo de sus jeanes rotos.
Pero un rockero es una persona distinta al resto…
Pedro no dormía bien pensando en que se había convertido en un fujimorista por omisión y empezó a escribir canciones que parecían no decir nada, pero que en el fondo nos estaban contando la forma en que Pedro, el artista, se encontraba cara a cara con su tiempo.
‘Mi auto era una rana’ cuenta la historia de los cochebombas que los terroristas colocaron por todos lados. Al final del verso reconoce la deuda de la historia con los policías del GEIN quienes a pesar de la oposición del gobierno fujimorista fueron gestores de la captura de Abimael, el principio del fin de Sendero Luminoso.
La historia y el Estado, como sabemos, poco ha hecho por darles el lugar que les corresponde.
“Bajé del auto con cuidado,
se me acercó un verde señor,
disculpe jefe, no me lleve soy cantante
y le prometo hablar de usted en esta canción”.
Parecido es el caso de ‘Los globos del cielo’ que dice:
“Voy a tener los globos del cielo en esta noche,
resbalaré hasta explosionar entre tus montes”.
Los globos del cielo son una metáfora de las cenizas elevándose al cielo en los hornos donde el Estado fujimorista desapareció gente, entre terroristas y civiles inocentes, lo que no sirvió más que para distanciar a la población del Estado y potenciar el discurso terrorista que “explosionaría entre sus montes”. Dura crítica al gobierno, tan dura que el gobierno no la dejaría pasar así nomás.
A Pedro lo habrían invitado a tomar un café al sótano del SIN. Se dice que se sentó en una mesa con Fujimori y Montesinos. Lo que se supuso sería una amena conversación terminó en una discusión a gritos y con la tensión in crescendo.
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- ¡Terrorista! -le gritaban al cantante
- ¡Corruptos y asesinos! -respondía con la misma voz con la que enamoraba al Perú en las radios durante todo el santo día.
A Pedro quizá lo amenazaron, le dijeron que debería irse del país si no quería terminar como los globos del cielo. Pedro sabía que no podían hacer eso con alguien tan talentoso e importante como él así que decidió negociar, se iría si, pero pondrían un reemplazo en su lugar. Alguien idéntico a él que trabaje para que su legado no muera y así se hizo.
Esa misma noche Pedrito hizo su maleta, dejando todo y a todos en el país que le había dado tantas alegrías. En una libreta humedecida por las lágrimas que caían sobre ella escribió la primera línea de lo que sería uno de sus hits más importantes.
‘Cuando pienses en volver’ escribió el artista.
Durante años han sido más de uno los encargados de reemplazar a Pedro. Por momentos parecía no envejecer nunca pero… ser artista no es fácil y menos en el Perú… y menos aún si vives de antiguos éxitos ajenos y sabes todo el tiempo que los aplausos que recibes no son tuyos. El tema se ha salido tanto de control que los ‘doppelganger’ de Pedrito ya ni siquiera se preocupan en parecerse a él.
¿Quién será el encargado de tomar el nombre del valiente Pedrito en estos tiempos de crisis política? El anuncio sigue dando vueltas en internet: se busca artista para difundir la letanía de los conservadores y repetir los discursos de un fujimorismo desesperado y sin argumentos para defenderse del azote de sus propios crímenes y delitos.
No me es extraño que Pedro pida que “no lo politicen” como Alberto Fujimori pide, quizá a sus propios hijos, que “no lo usen en política”.
Pero el fujimorismo no quiere a nadie: ni a propios ni ajenos.
Aquí estaremos Pedro ‘cuando pienses en volver’.
[Esta es una obra de ficción]