Seducir en tiempos de internet

Los animales viven atentos al celo. Los machos tratan de cortejar o persuadir a la hembra mediante acciones que van desde la exhibición de la cola del pavo real hasta el olfateo de los perros.

En nuestro caso, el instinto pocas veces acierta ante los ciclos hormonales (las manifestaciones del celo son casi imperceptibles), y el cortejo se restringe muchas veces a la seducción verbal… Pero, aunque debiera ser útil para aclarar lo turbio, el lenguaje no nos está sirviendo para eso.

Los que han usado Tinder saben que hay gente que en su descripción advierte “sólo amistad” o más específicamente “no sexo”, dos mensajes acaso contradictorios en una aplicación que la mayoría asocia a un espacio virtual de apareamiento humano. Y es rarísimo encontrar a quien haga la oferta contraria, es decir, “nada de amistad, sólo sexo”. ¿Es que no hay nadie con esas intenciones o es que decirlo nos convertiría en monstruos o simplemente estúpidos?

La dificultad hoy de tener este tipo de intimidad, ¿es causada por las diversas app’s para encontrar pareja?

Conozco a alguien que no usa Tinder pero que no duda en explicitar sus pretensiones sin galanterías a sus flirteos en redes sociales, pues considera que pactar una cita y “florear” cuando sólo quiere “pasar el rato” es, además de una vileza, una pérdida de tiempo. Y de dinero. Y dice que a su edad ya no está para eso.

¿Pero qué hay de quienes no se atreven a decir lo que realmente buscan? Pensemos en una pareja que baila una salsa en su primera cita, y que en algún momento la interacción resulta confusa, inquietante, ¿le gusto o me parece? Imaginemos: el gusto entre ambos es real. Si fuésemos transparentes, el interés se transformaría en verbo y las cosas serían mucho más sencillas, pero precisamente es eso lo que la sociedad condena, ¿no? Lo fácil. O sea, ¿cuántas veces hemos oído o sugerido el muy sudamericano ‘hazte el/la difícil’? Y, por otro lado, cuando la coquetería es manifiesta, ¿hay que insistir sobre eso?

CORTEJO CIBERNÉTICO

¿Y qué onda cuando la seducción es cibernética, como está de moda? ¿Cómo interpretar emoticones, el ritmo de las palabras o las risas? Muchas veces un jajá en el dispositivo no significa nada en el rostro real del usuario. Me refiero a que la carita que da un beso puede ser sólo un símbolo de amistad para algunos, pero para otros hasta una insinuación. Por consiguiente, ¿cómo decodificar con certeza el mensaje?

Obvio, contamos con la opción de preguntar “¿ese emoticón significa algo más?”. Pero la interrogante compromete.

Por eso, como ejercicio perverso, propongo una especie de salvoconducto que sería más que un acuerdo tácito entre dos personas que se tienen en cuenta para trascender lo amical: el código #PDA (permiso de apareamiento).

Funcionaría así: por WhatsApp, Facebook, Tinder o lo que sea, uno envía el #PDA. Si la otra persona responde con un #APDA, es decir, con una aceptación del permiso de apareamiento, las cosas pueden pasar al siguiente nivel. Y cuando se quiera acabar con ese vínculo, se corta con un #NPDA (no permiso de apareamiento).

Ojalá y estos cuatro caracteres eviten nuevos ofrecimientos soeces. Sin duda, el código es más honorable que el faltoso “¿ya estás en tu camita?”. No olvidemos que somos mamíferos. Pero racionales. Defendamos nuestro derecho a arrecharnos y a satisfacer nuestros deseos con inteligencia y absoluto respeto hacia el otrx.

Por eso, si no quieres molestar, el código #PDA debes formular.
¿Hay consenso? ¿O es que lo injurioso es la propuesta sexual en sí misma?