Ser ‘freelance’ es una pesadilla

En España le llaman ‘autónomos’. Pero la palabra en inglés que mejor refiere a este tipo de trabajadores es ‘freelance’. En Perú la usamos mucho y sabemos a lo que nos referimos: nos contratan para un trabajo en especial (que puede ser un producto o un proyecto), y después de eso: hasta luego. Chau. Good bye. Te llamo si tengo algo más, no te preocupes, vienes con tu recibo y aquí arreglamos.

Pero es fenómeno mundial. El sistema capitalista tiene en sus bases que adquirir un puesto de trabajo exige ciertos requisitos. Si vas a una buena universidad, es positivo, y si es privada (en el caso del Perú), pues mucho mejor. Si por allí tienes un par de maestrías en Estados Unidos o Europa, vamos, tus posibilidades son mayores. Y si tienes suerte y hablas idiomas, estás casi ya a un paso de conseguir el trabajo. Conseguir un contrato de trabajo hoy es un lujo en cualquier parte del mundo.

Importante no olvidar que la competencia en el Perú para lograr un trabajo es discriminatoria pues no todos tienen la misma capacidad para exceder a la misma educación, y ni hablar del acceso a recursos básicos porque incluso desde ese nivel empiezan los problemas de esta sociedad.

Entonces, los que no consiguen trabajo están obligados a buscarse la vida como pueden. Y aquí nos convertimos en trabajadores ‘freelance’. Te mueves por redes sociales, ofreces tu producto: alguna idea tenemos que encontrar  para pagar las cuentas: casa, servicios, internet, comida y mejor no sigo que me deprimo.

Tal vez algunos imaginen la vida del ‘freelance’ así: despierto a la hora que prefiero, descanso los días que yo escojo, tomo vacaciones a mi antojo. Voy a la cafetera, fumo un cigarro, y voy al ordenador. Me tomaré un par de horas para procastinar y luego empiezo a trabajar.

Pero la realidad es otra: Empiezas a editar un video, o a escribir artículos, a corregir libros, vender tortas diseñadas, diseñar maquetas, lo que sea. Y después de dos horas reposo en el sillón, bebes un vaso de agua. Estás solo en casa, tienes suerte si trabajas en un estudio, hay cierta ansiedad en eso, cierta propensión a la distracción, a no ser disciplinado. A esperar a los clientes, a que nos depositen el dinero, a crear nuevas formas y conexiones para generar la mayor cantidad de dinero. 

¿Debo considerarme afortunado por eso?, no creo, el contacto con gente casi siempre es positivo. La oficina puede ser una pesadilla, pero la disciplina a veces sirve, da cierto orden a un proyecto. De la efectividad de un ‘freelance’ depende el futuro de su vida y su trabajo. Es decir: debes tener un sistema de trabajo personal que te permita avanzar con las tareas. De lo contrario, no vas a ningún lado. 

Porque la tensión de no tener un sueldo fijo nos hace sentir en una especie de suelo inestable que no nos permite ver a futuro. ¿Cómo puedo ordenar mi futuro si voy a ganar 1000 euros este mes pero en el siguiente solo 200? A un sociólogo de una buena universidad peruana, por ejemplo, ¿cuánto le pagan por investigar a una comunidad profunda de los andes? ¿2000 S./ en un mes? ¿Cuánto gana un músico peruano por concierto? Puede haber unos meses de tranquilidad económica: ¿Pero después qué? 

La disciplina profesional debe ser impuesta en sí misma, un efecto moral del capitalismo que nos dice: si no produces, no puedes vivir. Que hoy existan tantos trabajadores freelance en el mundo es un síntoma de cómo el sistema capitalista nos arrastra hacia la penuria económica si no tenemos suerte, aunque tengamos formación profesional de primer nivel.

Desde el Estado hay que pensar y organizar planes para la vida de los trabajadores independientes que, por diversas razones, no acceden a una empresa y a la rutina laboral de las ocho horas.

Ser freelance es una pesadilla.

Contra la autoayuda

Autoayuda

Hace diez años en la feria del libro de Frankfurt, un experto alemán predijo que para el 2018 el libro como objeto cultural sería obsoleto y habría desaparecido. Pero lo que yo veo en a feria del libro más grande del mundo es lo contrario:  una exagerada de reproducción del libro como objeto en todas formas en sus infinitos anaqueles, casi borgianos. Y me pregunto: ¿Qué hace que un libro sea ‘bueno’? ¿Qué factores usamos para calificar a un libro de ‘malo’?

Algo que salta a la vista en la feria del libro de Frankfurt es la exagerada publicación de libros de autoayuda: en librerías comerciales ya toman una buena parte del espacio. Y los títulos extrañamente no difieren mucho entre sí mismos. Cojo tres al azahar: “La última lección” de Randy Pausch, “En busca del sentido” de Victor Franki  (este jugando descarado con Proust) y uno más para darle sentido al ejemplo “Siete hábitos de gente altamente afectiva” de Steve R. Covy. Lo que veo en estos títulos es que se asume que el lector está perdido, desesperado, y al comprar uno de estos libros reconocemos que nuestra visión del mundo es errada y que necesitamos que alguien nos diga qué estamos haciendo mal. 

¿Qué podemos hacer mal en nuestras vidas? Pues no tener éxito en el trabajo, en la universidad , en el amor, en general, en los hábitos del capitalismo que dominan el mundo actual. Ante esta crisis, el fracaso nos obliga a buscar un cambio, un desarrollo de ciertas habilidades para lograr lo que quieres. Y en este fenómeno entra a tallar el negocio de la autoayuda.

Y creo que la frase del novelista Aldous Huxley es precisa para explicar lo que sucede: “No hay mayor negocio que vender a gente desesperada un producto que asegura eliminar la desesperación”.

¿La autoayuda tiene buenas intenciones? Tal vez. Pero sobre eso no radica lo importante: la autoayuda es un negocio y funciona como tal y no tiene absolutamente nada que ver con la calidad literaria o con la belleza y valor cultural de un libro como producto de conocimiento. Lo que importa son las ventas.

Es decir: ¿Realmente alguien puede ayudarnos a sobrellevar nuestra crisis existencial con 25 consejos prácticos? Respira, si sientes nervios; haz yoga, si últimamente vives tenso; recuerda algo feliz cuando la tristeza te domine. Acompañar a un amigo en sus penas es lo más saludable en estos casos, pero ello no significa que su tristeza se esfumará de la nada. Los únicos que podemos saber cómo sobrellevar la vida somos nosotros mismos. Me parece arrogante pensar que si escribo un libro esté ayudara a mil personas por igual a encontrar su centro emocional. Tal vez por eso los que se dedican a buscar cosas más esenciales a través de la escritura no acceden a grandes editoriales y están resignados a hacer otra cosa para poder vivir. 

Entonces, es prudente hacer la diferencia de calidad entre los libros de calidad y de no calidad. Con esto respetamos a los que aún intentan mantener con vida a la esencia del libro por sus verdaderos orígenes como generador de conocimiento en todas las disciplinas académicas. La autoayuda puede estar muy bien escrita (hoy existen profesionales que escriben en perfecta forma pero vacío fondo), pero esa no es la única condición para hacer de un libro una cosa bella.

Un libro es mucho más que eso.