¿El ocaso de un héroe?

La foto impacta: un erguido Mario Vargas Llosa luce su oscuro abrigo azul de invierno al lado de los líderes de la derecha y extrema derecha española: el Partido Popular, Ciudadanos y Vox. Su defensa férrea al libre mercado en ensayos y libros lo ha convertido en un escritor de derechas a secas, en un símbolo de la democracia y el libre mercado, muy en las antípodas de su adolescencia marxista y castrista. Y allí camina tranquilo y sonriente en una tarde de domingo en Madrid.  

Pregunta: ¿Puede compartir un demócrata el mismo espacio con un partido como VOX? Un grupo político que, aunque sin representación en el Congreso pero con 23 escaños en el parlamento de Andalucía, se muestra en las fotos del domingo al mismo nivel del PP -todo un símbolo político- y ha declarado abiertamente sus intensiones de derogar la ley de aborto y de violencia de género, eliminar el acceso gratuito a la sanidad para inmigrantes ilegales, implantar el español como lengua vehicular obligatoria y que las cooficiales sean optativas…y mejor aquí paro. ¿Puede entonces alguien que se llama demócrata y que, supuestamente, vela por ella con su pluma, darle visibilidad a un partido abiertamente fascista?

Situación: Cuando llegué a vivir a Madrid en el 2017 de las primeras cosas que me llamaron la atención de la ciudad fueron las banderas españolas en muchos balcones y ventanas: desde los barrios más alejados como Aluche o Getafe, hasta los más caros por el Barrio de las Letras, Serrano o en La Castellana, avenida que cruza justo con la Plaza Colón, epicentro del domingo donde unas cuarenta mil personas se para apoyar a las derechas españolas que reclaman al gobierno de “traidor”, “incapaz”, y rechazan las supuestas presiones de los independentistas catalanes, aunque esto no sea realmente cierto y sea más bien una interpretación política bajo intereses ideológicos y de clase.

Foto: ABC España

-¿Por qué hay tantas banderas españolas? –le pregunté a una amiga, caminábamos por Antonio Martínez.

Es una cosa muy fascista esa, muy fea, por qué no colgamos la bandera de Cataluña o de Andalucía, si todos somos españoles, la bandera de España es un símbolo nacionalista, no de unidad española –respondió la madrileña.

Pregunta: ¿Qué hace el único premio nobel peruano en medio de esta gente? Las banderas españolas han flameado amplias en la tarde madrileña, no nos engañemos, esto ha sido una marcha nacionalista, y he leído que se han escuchado muchas arengas al rey y a la bandera. Lo que no puedo entender es por qué el escritor llama en sus artículos al nacionalismo “la peste” y acude a una marcha convocada por la oligarquía más rancia de España? Ni siquiera los independentistas de Cataluña entran en la discusión porque muchos están en procesos judiciales y no ha habido alguna maniobra anticonstitucional de los mismos. ¿Entonces?

Situación: Cuando el New York Times le pide a Hannah Arendt que cubra en reportajes el juicio del ex agente de la SS Adolf Eichmann en Jerusalén, en su proceso filosófico de escritura, la filósofa se pregunta al escuchar a Eichmann decir “yo solo fui un intermediario” lo siguiente: ¿qué tipo de humanidad tiene un hombre que no piensa por sí mismo y solo ‘sigue órdenes’? Descubrió entonces que el nazismo lo que hacía era eliminar la capacidad de pensar a sus adeptos, les suprimía esa capacidad humana, característica vital de la especie y condición humana. ¿Puede alguien ser culpable entonces cuando su humanidad está negada por su imposibilidad de pensar?

El profesor predilecto de Arendt, Martin Heidegger, llamó a esto Das Denken, y Arendt lo explica en ‘La banalidad del mal’. Muchas críticas recibió la filósofa judía, siendo acusada por su propio pueblo al decir que las clases altas de la comunidad judía no hicieron mucho por enfrentar al nazismo. Y aunque se ganó el odio del pueblo judío, Arendt insistió en publicar su reportaje con ese gran valor que hace de un intelectual un hombre importante en una sociedad: pensar.

Tal vez eso esté pasando justamente lo contrario con el premio nobel. No está pensando. Porque estar al lado de VOX y posar para una foto en medio de está gente que busca derogar la ley de memoria histórica o incapacitar de por vida a los ilegales que quieran regularizar su situación es claramente un acto de no pensamiento. Para pesar de muchos no pensar no borra nuestros errores. Es una ley de vida.

***

Vargas Llosa y Pablo Neruda. Foto: Sara Facio

Es triste, muy triste, ver cómo muchas generaciones de escritores peruanos se alejan de Vargas Llosa, el gran referente, el gran escritor, el de la técnica inconmensurable en ‘Conversación en la Catedral’ y ‘La guerra del fin del mundo’, por sus ideales políticos y éticos. Pero qué se le va a hacer. Así somos los peruanos, emocionales, nos afecta ver a nuestro héroe literario con una gente que podría hacerle mucho daño a España y al mundo. Si VOX es una perlita de aquellas, no olvidar que el PP es el único partido en la historia del país condenado por la Asamblea Nacional por actos de corrupción

¿Es la historia de Vargas Llosa la del ocaso de un héroe?

Lamentablemente, la respuesta a esto excede a la literatura.

Alemania después de Berlín

La historia de Alemania puede ser lejana para la realidad que vivimos hoy en el Perú. Sin embargo, hoy en Europa las extremas derechas se abren paso en contra inmigrantes y en Brasil acaba de ganar la presidencia Jair Bolsonaro, un extremista y antidemocrático del estilo Trump y Erdogan. Entonces: ¿Por qué ver una serie política es muy importantes en estos tiempos?

Weissensee transcurre en Berlín del Este en la década de 1980. Con la guerra fría a cuestas y la Stasi consumiendo todas las libertades ciudadanas que hoy parecen normales, la serie profundiza en las heridas de una dictadura recalcitrante donde la libertad de expresión, artística o sexual, son castigadas con cárcel y muerte. La serie enfrenta a las familias Kupfer (comunistas creyentes y funcionarios de la Stasi) y Hausmann (artistas y reaccionarios) en un drama político con componentes amorosos y familiares con el telón de fondo de una Alemania dividida.

La serie parte cuando Martin Kupfer (Florian Lucas) se enamora de Julia Hausmann (Hannah Herzsprung), hija de la cantante reaccionaria al régimen Dunja Hausmman (Katrin Sass), que se opone a la relación por las posibles consecuencias que podría tener con la Stasi y con el régimen.

¿Cuán lejana es la realidad del mundo a la de Alemania en 1980? Hoy el país de Merkel es la tercera potencia económica mundial y solo pasaron treinta años para la reconstrucción y unificación del país. Pero no es que este país europeo viva una tranquila situación política: aún en las calles puedes ver pintas nazis en algunas ciudades (en Münich yo vi algunas por el año 2013) y hace poco en Chemnitz  nazis han salido a protestar en contra de los inmigrantes con amenazas de muerte a todo aquel que es extranjero. Los extremismos hoy hay que entenderlos en clave histórica para poder combatirlos.

¿De qué sirven las series políticas entonces?

Para, a través del entretenimiento y el cine, entender mejor dónde estamos parados en términos de libertad y democracia para que esta no sea arrebatada.