-¡Despierta, despierta! ¡La casa se está quemando!
Crecí en Los suburbios de Lima, en La Perla, por aquel entonces zona de quintas con casas de madera roída por la brisa del mar del Callao. Mi madre me llamaba
-Santiááááágo…
esto siempre sobre las ocho de la noche, cuando debía dejar de jugar la final de la champions armada con arcos de latas de leche anchor, había que terminar el gran torneo de mete-gol-tapa que estampaba balones en una puerta de metal, cuyo contenido era el motor de la electricidad de la cuadra. Había que volver a casar a cenar y a dormir.
-¡Despierta, despierta! ¡La casa se está quemando!
los gritos salían de las quintas en forma de alarmas y sirenas, el humo se escurría de la casa de la señora Susana, la señora de las salchipapas, una amable madre de cuatro hijos que posicionaba su carrito sanguchero en la puerta de su quinta todos los días a las 8 de la noche en punto, allí hacíamos cola para recibir nuestro plato de plástico repleto de papas fritas y un glorioso pollo crocante por 4 soles y, para los más pudientes, 6 soles.
(La señora Susana perdió en el incendio a su hija de 18 años, esta murió ahogada y carbonizada. Su carrito sanguchero tuvo el mismo destino)
Todo olía humo desde la ventana de mi cuarto. La gente del barrio se agrupó en la pista para ver qué pasaba con el rescate de los demás afectados. Veía los techos de estas casas precarias: ropa colgada interceptada por cables de televisión y electricidad, pelotas rotas, maderas podridas, cajas, cientos de cajas, y alguna zapatilla vieja, sucia y solitaria sin su par.
-Santiááááágo…
a dónde vas, dijo mi mamá, llamándome, mientras atravesaba la pista para saber qué había pasado, pero era muy pequeño, nueve años tal vez, nadie me hacia caso y nadie me contó nada porque era cosas de adultos, así que regresé a casa y le conté a mamá que vi un cuerpo en el piso envuelto en una bolsa negra, que por el tamaño tenía que ser Valeria, la hija de la señora de las salchipapas, la hija de la señora Susana.
Esa noche la brisa era fuerte y fría.
Fuerte y fría.